miércoles, 31 de octubre de 2012

Mandar un cuadro.


¡Ojo! Las agencias no permiten publicidad exterior.
Para los que no podemos permitirnos encargar un embalaje a medida, de buen material y seguro, cada vez que tenemos que enviar un cuadro a una exposición, certamen o similar, esta tarea se convierte en un quebradero de cabeza, sobre todo porque quieres que lo que salió de tu taller llegué a su destino exactamente igual. Y por supuesto, si te lo devuelven, que llegue a casa como tú lo enviaste. ¡Cuando nuestros hijos van de excursión, lo que queremos es que vengan contentos…y enteros ¿o no?


Un buen embalaje, si no eres un manitas, sale caro. Todavía me escuece la caja de madera de 200x200 cm que encargué hace años. A eso súmale la agencia de transporte hasta Madrid. Definitivamente ahora no es el momento. Entonces tampoco lo era, pero le echaba más ilusión.

Llega un momento que descartas cualquier movimiento de obra que no puedas entregar y recoger tú personalmente. A no ser que el cuadro haya sido seleccionado con anterioridad y sepas que, al menos, se va a exponer. Lo de los galardones y no retorno es ya una tómbola. Sobre este aspecto, parece que los organizadores de este tipo de eventos van dándose cuenta que, tanto para ellos como para nosotros, es más fácil una preselección vía Internet. Una foto de un cuadro es un riesgo pero evita gastos innecesarios.

Pero claro, si no pruebas en algunos sitios, tampoco tienes oportunidad de mover la obra e ir haciendo currículum “artístico”. Y si no lo tienes, algún galerista te dice que lo que tienes que hacer es presentarte a premios para darte a conocer y así poder acreditar la calidad de tu obra.

Durante un tiempo me estuve obligando, luego me serené. Lo que hay es lo que hay y el esfuerzo prefiero emplearlo en mi trabajo con el cuadro.

Bueno, pues como Internet ofrece estas oportunidades, ahora sí que he de enviar uno a Zaragoza. Me dije, ¡uf, qué lejos! Y llegó el ritual del embalaje con mimo, pero sin maderas de por medio. Además, el cuadro va con cristal. Me arriesgo y comienzo la tarea inyectándome un poco de ilusión.

Primero el enmarcado, sencillo, pero siendo con cristal mejor dejarlo en manos de Maricruz, la cabeza visible de Boceto (su tienda) y sufridora de mis manías. No sé si quien lo sufre es más ella o José Manuel, su marido, que es quien los enmarca.

Y ahora me toca a mí, con cuidado, con protecciones, con avisos escritos para quien se encargue de desembalar y volver a embalar (porque nunca viene como se fue). El resultado es éste:







¡A temblar hasta que llegue…y vuelva!, porque una pequeña ilusión se puede convertir en terrorífica cuando te devuelven un cuadro de esta guisa.





Y este cuadro iba en caja de madera, con todos sus avíos, pero una inoportuna moto, supongo que dentro del camión, apoyó su puño en el lateral de la caja y el peso la traspasó. Pero claro, ahí no iba a quedar la cosa. Ya puestos, algún operario de la empresa de transporte decidió que lo mejor era abrir la caja a machetazos y sacar su contenido. No conservo fotos, si no os lo mostraría. Cada unos de los laterales de la caja, con sus puntillas, tornillos y astillas fueron atados como un emparedado al frontal del cuadro, cara al lienzo, y sujetos con cinta de embalar.

Me llamaron de la agencia informándome que en sus dependencias había algo parecido a un cuadro, pero que el daño no había sido mucho, menos mal, porque, me dice el que me atiende, “el cuadro iba sin pintar”. Nunca tuve cara de asesino, pero algo debió notárseme. Nadie supo explicarme, además de la moto, qué tipo de apisonadora convirtió mi cuadro y mi caja en una sola cosa, una dolorosa intervención a lo Tapies pero sin intención estética.

Luego vienen las explicaciones y las obligaciones, que si debería haber sido asegurada, previa tasación. ¿Tasación, seguros? Mis pupilas se dilataban mientras escuchaba una fantasía de caja registradora. ¡Oiga, yo no soy Botero, ni Antonio López, ni Barceló! Lo que iba dentro de esa caja era sólo una ilusión, que puede tener un valor potencial, o sólo un agujero más en mi bolsillo.

Desde entonces, los envíos son contados, cerrando los ojos y apretando los dientes hasta que el niño vuelva a casa. De tarde en tarde, me arriesgo y me ilusiono. Ya os contaré.

Posdata.

  1. Hubo indemnización.
  2. Aprendí a reparar un lienzo. Aún vive, aunque con disimuladas cicatrices.

4 comentarios:

  1. ¿Qué dices! ¿cuáles de tus niños son los que tienen que volver enteros y contentos?

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    1. Repito, D.Ángel, todos los que yo he "parío", que son muchos. Los puedes ver aquí o en https://www.facebook.com/AlbertoReinaBlancaPinturaYMas?ref=hl
      Saludos.

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  2. Yo tengo que viajar en una semana más y ayer terminé de pintar uno de los cuadros que quiero llevarme. Estoy con mucho miedo que la altura o la humedad, o el clima en general afecten a mi bebé. Y no tengo ni idea como embalarlos (son 4 pinturas) estoy algo nervioso. Muy buen post.

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    1. Tal como me lo cuentas, Eric, yo estaría temblando. Hay que pensarlo muy bien para que no sufran daños. tengo un amigo que, cuando tenía exposición en otra ciudad, viajaba con un kit de reparaciones rápidas: algo de pintura para pequeños arañazos, material para un roto inoportuno, etc. Te deseo buen viaje con tus "bebés".
      Me puedes encontrar en mi nuevo blog albertoreinablanca.com Saludos.

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