Hace
pocos días colgué en mi muro de facebook dos fotos muy mal tomadas. El
encabezamiento decía lo siguiente:
Las
fotos mal tomadas a veces nos revelan otra lectura de las cosas. Estos
fragmentos de “Marañas” (2008), oscurecidos y un poco siniestros, se convierten
en metáfora del ahora.
Lo
sorprendente de elegir estas fotos no es que las haya recuperado en esta época
de incertidumbre, sino que ya en diciembre del 2008 la visión de estos cuadros,
sin foto de por medio, me contrariaba.
Releyendo
anotaciones de entonces encontré ésta que ilustra lo que digo:
08/12/08
…Siete meses conviviendo entre marañas con irregular intensidad y más de doce
si me remonto al principio del hallazgo. Ha sido una relación con días
difíciles. Como en las relaciones humanas, ha habido sus más y sus menos, penas
y glorias. La cotidianidad ha llevado, a veces, a apagar la pasión con las que
las abarqué. Mi otro trabajo también me apartó de ellas por pequeñas
temporadas. En definitiva, lo habitual para que una relación se debilite. Pero
cuando algo es auténtico lucha por rebelarse, mostrarse con toda su fuerza y
encararse con el otro manteniéndole la mirada. Y, como decía, siete meses
después mis cuadros y yo nos hemos encontrado… y me he sorprendido.
No
es habitual en mi caso poder ver quince cuadros de golpe por la falta de
espacio. Esto sólo se da cuando tengo la oportunidad de exponerlos, pero la
casualidad ha hecho que me obligue a mostrarlos (…) En mi local que hace las
veces de estudio y apiñados, con una luz que probablemente no es la mejor he
desplegado el trabajo del último año, en el que destaca un formato de 200x200,
al que dediqué parte del verano, y cuatro telas de 100x100. La visión del conjunto me inquietó. Conozco cada uno de ellos palmo a palmo, he crecido con
cada pincelada, con cada centímetro de tela que manchaba y con cada dificultad
que me planteaban, pero en el día a día de su ejecución no existió la
conciencia del impacto que me iban a causar mirando el conjunto. Vi lo que
hasta ahora no había sido capaz de ver, aunque intuía la naturaleza impetuosa
de algunos.
Advertí
cualquier cosa antes que la belleza que en otros me hubiera atrapado. No era
eso, no me apaciguaban el alma, al contrario, me la agitaban. De mi boca salía
un ¡uff! difícil de explicar. Los miraba con la desconfianza de que, si me
volvía de espaldas, algo seguiría acechándome, un grito silencioso para que no
los ignore. Desechos de la batalla, instantes trágicos, bocas abiertas, oscuras
cavernas, agitación, seres atrapados en las telas, azotados por los pinceles.
Era la tormenta que no pasaba y, en medio de ella, seres que no están o que
están tan de cerca que se les pilla desenfocados, en su peor momento. Y si no
están ellos, al menos, sí aquello que los engulló.
¿Algún
momento esperanzador? Quizá. No lo identifico bien aún. Ayer sólo vi pesimismo en mis cuadros. Un futuro que no pinta bien. Demasiadas bocas
temblando. Espacios llenos de incertidumbre ¡Tan alejados de los cuadros
inmediatamente anteriores! Parecidos pero calmos, en paz, sumidos en un
silencio satisfecho. Contrarios.
Aunque cuando lo leí me parecí un poco exagerado, creo que no escogí mal los
fragmentos. Será que aquel día la luz artificial era tan mala como las fotos ennegrecidas.
Por el momento, la “cosa”
sigue engullendo todo lo que pilla por delante.
Pincha aquí para leer una bobada anterior al respecto.
Consejo de un buen amigo
para cuando las cosas van mal: “tú hazme
caso y sigue leyendo a tus místicos, te hará bien”
Saludos desde la bahía. Nos
vemos, creo, en septiembre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario