¡Ojo! Las agencias no permiten publicidad exterior. |
Para los que no podemos
permitirnos encargar un embalaje a medida, de buen material y seguro, cada vez
que tenemos que enviar un cuadro a una exposición, certamen o similar, esta
tarea se convierte en un quebradero de cabeza, sobre todo porque quieres que lo
que salió de tu taller llegué a su destino exactamente igual. Y por supuesto,
si te lo devuelven, que llegue a casa como tú lo enviaste. ¡Cuando nuestros
hijos van de excursión, lo que queremos es que vengan contentos…y enteros ¿o no?
Un buen embalaje, si no eres
un manitas, sale caro. Todavía me escuece la caja de madera de 200x200 cm que
encargué hace años. A eso súmale la agencia de transporte hasta Madrid.
Definitivamente ahora no es el momento. Entonces tampoco lo era, pero le echaba
más ilusión.
Llega un momento que
descartas cualquier movimiento de obra que no puedas entregar y recoger tú
personalmente. A no ser que el cuadro haya sido seleccionado con anterioridad y
sepas que, al menos, se va a exponer. Lo de los galardones y no retorno es ya
una tómbola. Sobre este aspecto, parece que los organizadores de este tipo de
eventos van dándose cuenta que, tanto para ellos como para nosotros, es más
fácil una preselección vía Internet. Una foto de un cuadro es un riesgo pero
evita gastos innecesarios.
Pero claro, si no pruebas en algunos sitios, tampoco tienes oportunidad de mover la obra e ir haciendo currículum “artístico”. Y si no lo tienes, algún galerista te dice que lo que tienes que hacer es presentarte a premios para darte a conocer y así poder acreditar la calidad de tu obra.
Durante un tiempo me estuve
obligando, luego me serené. Lo que hay es lo que hay y el esfuerzo prefiero emplearlo en mi trabajo con el cuadro.
Bueno, pues como Internet
ofrece estas oportunidades, ahora sí que he de enviar uno a Zaragoza. Me dije,
¡uf, qué lejos! Y llegó el ritual del embalaje con mimo, pero sin maderas de
por medio. Además, el cuadro va con cristal. Me arriesgo y comienzo la tarea
inyectándome un poco de ilusión.
Primero el enmarcado, sencillo,
pero siendo con cristal mejor dejarlo en manos de Maricruz, la cabeza visible
de Boceto (su tienda) y sufridora de mis manías. No sé si quien lo sufre es más
ella o José Manuel, su marido, que es quien los enmarca.
Y ahora me toca a mí, con cuidado,
con protecciones, con avisos escritos para quien se encargue de desembalar y
volver a embalar (porque nunca viene como se fue). El resultado es éste:
¡A temblar hasta que
llegue…y vuelva!, porque una pequeña ilusión se puede convertir en terrorífica
cuando te devuelven un cuadro de esta guisa.
Y este cuadro iba en caja de
madera, con todos sus avíos, pero una inoportuna moto, supongo que dentro del
camión, apoyó su puño en el lateral de la caja y el peso la traspasó. Pero
claro, ahí no iba a quedar la cosa. Ya puestos, algún operario de la empresa de
transporte decidió que lo mejor era abrir la caja a machetazos y sacar su
contenido. No conservo fotos, si no os lo mostraría. Cada unos de los laterales
de la caja, con sus puntillas, tornillos y astillas fueron atados como un
emparedado al frontal del cuadro, cara al lienzo, y sujetos con cinta de
embalar.
Me llamaron de la agencia
informándome que en sus dependencias había algo parecido a un cuadro, pero que
el daño no había sido mucho, menos mal, porque, me dice el que me atiende, “el
cuadro iba sin pintar”. Nunca tuve cara de asesino, pero algo debió notárseme.
Nadie supo explicarme, además de la moto, qué tipo de apisonadora convirtió mi
cuadro y mi caja en una sola cosa, una dolorosa intervención a lo Tapies pero
sin intención estética.
Luego vienen las
explicaciones y las obligaciones, que si debería haber sido asegurada, previa
tasación. ¿Tasación, seguros? Mis pupilas se dilataban mientras escuchaba una
fantasía de caja registradora. ¡Oiga, yo no soy Botero, ni Antonio López, ni
Barceló! Lo que iba dentro de esa caja era sólo una ilusión, que puede tener un
valor potencial, o sólo un agujero más en mi bolsillo.
Desde entonces, los envíos
son contados, cerrando los ojos y apretando los dientes hasta que el niño
vuelva a casa. De tarde en tarde, me arriesgo y me ilusiono. Ya os contaré.
Posdata.
- Hubo indemnización.
- Aprendí a reparar un lienzo. Aún vive, aunque
con disimuladas cicatrices.
¿Qué dices! ¿cuáles de tus niños son los que tienen que volver enteros y contentos?
ResponderEliminarRepito, D.Ángel, todos los que yo he "parío", que son muchos. Los puedes ver aquí o en https://www.facebook.com/AlbertoReinaBlancaPinturaYMas?ref=hl
EliminarSaludos.
Yo tengo que viajar en una semana más y ayer terminé de pintar uno de los cuadros que quiero llevarme. Estoy con mucho miedo que la altura o la humedad, o el clima en general afecten a mi bebé. Y no tengo ni idea como embalarlos (son 4 pinturas) estoy algo nervioso. Muy buen post.
ResponderEliminarTal como me lo cuentas, Eric, yo estaría temblando. Hay que pensarlo muy bien para que no sufran daños. tengo un amigo que, cuando tenía exposición en otra ciudad, viajaba con un kit de reparaciones rápidas: algo de pintura para pequeños arañazos, material para un roto inoportuno, etc. Te deseo buen viaje con tus "bebés".
EliminarMe puedes encontrar en mi nuevo blog albertoreinablanca.com Saludos.