domingo, 17 de marzo de 2013

Mi leitmotiv está bajo llave.


Fuente: ojocientifico.com
¿En cuántas ocasiones nos ha ocurrido que nuestra mano y nuestro cerebro se han distanciado lo suficiente como para no tener ganas de pintar? ¿Han sido circunstancias pasajeras, tareas que nos restan tiempo, un arrebato de inseguridad, la pérdida de sentido de todo esto?





Para quien se dedica a esta tarea como única actividad debe ser fácil, al menos en la cuestión creativa. Para quien, como yo, se busca la vida de otra manera no lo es por muchos motivos que aquí no vienen al caso.

Leo, escucho y vivo en mi piel “lo mal que está todo”. Respecto a la escena artística, no dejan de llegar señales de que la cosa no va, excepto para unos cuantos, los consagrados. En los medios, profesionales, galeristas y gente del mundillo mastican la misma idea, super IVA incluido.

Pues si esto es así para ellos, ni voy a contar cómo es para los que estamos aquí por una simple cuestión de fe. Yo pinto, eso sí, quizá menos presionado por si la obra sale o no de un almacén en el que corre el riesgo de enmohecer. Como tampoco sale mucho, lo que me preocupa es que los saquitos absorbentes de humedad estén siempre en óptimas condiciones. Eso sí, ¡hay que ver lo bien que la oscuridad conserva los colores!

Alberto Reina. Donde secretamente moras s/n, 2002. Óleo/lienzo.

Como si ya uno no tuviera el cerebro bien dividido por el cuerpo calloso, flaco favor me hacen si me recuerdan que lo mismo debo emplear el tiempo en algo “de más provecho”. ¡Un comentario un poco canalla!

Hace poco leí, no sé dónde ni quién lo decía, que a los nuevos “artistas”, en lugar de favorecerles con ayudas e impulsarles para que desarrollen su obra, había que hacerles lo contrario, dejarlos a su suerte para que sólo sobrevivan aquellos que realmente valen. Una extinción natural en toda regla.

Bueno, pues esto tampoco va conmigo, porque yo nací extinguido, sólo soy un pintador de cuadros y de “nuevo” tengo poco. Así, sin darme cuenta, en julio haré 20 años con un pincel en la mano. Me felicito por ello, a pesar de las circunstancias.

Alberto Reina. Donde secretamente moras s/n, 2002. Óleo/lienzo.

Visto el panorama, es cierto que a veces uno flaquea y se inclina sobre su hemisferio izquierdo para preguntarse sobre los motivos de tanta insistencia.

Mi leitmotiv está bajo llave, tras una puerta metálica y reposando en la oscuridad. Enciendo las luces y recupero algunos cuadros antiguos de los rincones. Me siento y los miro largamente. Aparecen los detalles, el ojo empieza a enamorarse de cosas y me recorre un cosquilleo. Es entonces cuando se disipan las dudas. El porqué de que esto merezca la pena lo tengo delante.

Alberto Reina. Detalles de cuadros anteriores, 2002.


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